En 1992 Rush Limbaugh, periodista conservador estadounidense, publicó un libro titulado Cómo deberían ser las cosas; allí acusaba a las mujeres que defendían el derecho al aborto de perpetradoras de un nuevo holocausto en tanto agenciaban una nueva forma de exterminio, catalogándolas con un término que Tom Hazlett, amigo suyo y profesor de economía en la Universidad de California, había empleado antes en uno de sus ensayos para referir a cualquier mujer que, según él, resultara “intolerante”: feminazi. Si se hace análisis literal, el título de ese libro, de entrada, da la pista del lugar desde el que se escribe, se piensa el mundo y, por supuesto, la posición de la mujer en esas apuestas.