" Pocas mentes como la suya han hecho tan portentosos esfuerzos para esclarecer y cimentar los valores nacionales, y ningún otro colombiano ha vinculado de tal modo su nombre y su obra a la fecha mágica del 12 de Octubre
Desde antes de la publicación de El estudiante de la mesa redonda, en 1932, y después de El Embajador, editado en 1990, usted ha escrito, fuera de miles de artículos, discursos y conferencias, casi un libro por año, para el gozo de sus incontables seguidores. Todo tras una sola respuesta, "¿Qué es América?". "El único continente con fecha de nacimiento", pues "no la tienen Europa, ni Asia, ni Africa".
Un par de esas ideas bullen en sus exposiciones. Que las tierras nuestras eran el único escape de los seres zaheridos de entonces, al otro lado del océano; y que aquí hicieron su magistral actuación las muchedumbres y los sentimientos más diversos. En 1946, por ejemplo, al inaugurar la placa conmemorativa de Antonio Morales ante la casa del florero, usted señaló cómo "el grito de independencia lo daban en realidad los españoles cada vez que se embarcaban para América en las naves de la conquista. Y ese gritó fue ahondándose por los aires de estas montañas, y se confundieron en él las tres voces de las gentes de tres colores que reunió este hemisferio para dar cumplimiento al destino de la libertad". Luego habló del "Continente de siete colores". Y, en Nueva York, a comienzos del invierno de 1989, con ocasión de recibir el premio que le otorgara The Americas Foundation, ratificó, por enésima vez, que la efeméride a la cual arribaríamos a la sazón dentro de tres años, era el más glorioso de los festejos:
"El de "La liberación de los peregrinos. De los que siguieron emigrando en cinco siglos. La fiesta de nuestros Padres fugitivos. La de Europa emancipada, que es la de ustedes y es la mía. La de lálibertád antevista por Platón.
Fiesta de todas las naciones. De españoles, italianos, portugueses, ingleses, escandinavos, polacos, irlandeses... Aquí, en las Américas. Ya no puede decirse sino así, en plural, donde hay que ser anchos y generosos para gentes de toda nación, color o secta."
Pero muy en contra pensaban los girasoles recién llegados al Poder. En lugar de imprimirle un sentido histórico, global, a la, celebración, la encasillaron en el reducido ámbito de las relaciones ibérico-latino-americanas. Un enfoque por demás paradójico. Mientras que a materias teóricas de semejantes incidencias universales se las aborda con miopía infinita, excluyéndose a los pueblos de lenguas no hispanas o portuguesas, también artífices de primera fila en las aventuras de la Conquista y de los progresos posteriores, al contrario, frente a los peligros de la Iniciativa para las Américas, liderada por Washington, y que implica la plena colonización económica de las gentes pobres, se asume una posición amplia,, liberaloide y obsequiosa. Quizás consideren que España resulta un buen camino para llegar al Norte; o que no se agravia a los estadinenses si con otros expedientes se les satisfacen sus apetitos expoliadores.
Usted se ha preocupado por arrojar luz sobre el bautizo del gigantesco hallazgo, una controversia demostrativa de que en la empresa de hender el Atlántico, moverse por la "cuarta parte" del planeta y alcanzar el Pacífico, o sea, abrir los horizontes del cosmos de Copérnico y Galileo, colaboraron durante los siglos XV, XVI y XVII, navegantes, razas y países distintos. No se propuso el patronímico de Colombia, ni nada parecido, debido a que el Almirante insistiera hasta el final, por el apego a viejas creencias, por las equivocaciones de cálculo y por los compromisos contraídos con los reyes, que había puesto pie en Catay, o las Indias, cual llamaban los europeos a Oriente. Al menos veía obsesivamente en cada isla al Japón, o Cipango, desde el momento mismo en que desembarcó en Guanahaní. El homenaje se lo reservaron los monjes ilustrados de la abadía francesa de Saint Die a Amerigo Vespucci, por intermedio del cartógrafo y geógrafo alemán Martín Waldseemuller, quien leyó las relaciones de los viajes de aquél a las regiones de ultramar. El florentino sostenía que cuanto vio no era Asia sino "otra cosa". ¡Tratábase de América! ¡La verdadera noticia! ¡Un descubrimiento del Descubrimiento! Del cual tampoco se percató Fernando de Magallanes, a pesar de atisbarlo entero desde sus navíos, cuya tripulación cumplió después, completamente diezmada, sin su capitán, la proeza de la primera vuelta al globo; y, aunque, en compensación les facilitara su apellido al turbulento estrecho austral de los pobladores de la Tierra del Fuego y a las constelaciones más cercanas a la Vía Láctea que se distinguen desde esas lejanías. Mas se había producido el reencuentro con la Atlántida soñada de Platón, que usted menciona como una alegórica referencia a los vínculos inextinguibles entre las culturas." Francisco Mosquera. EN RESPALDO A GERMÁN ARCINIEGAS.