Me duele Palestina. Los niños de Gaza corren, no es para jugar ni para atrapar sus sueños, es para salvar sus vidas ante la ferocidad de la violencia sionista en sus ciudades de arena seca.
La incursión militar israelí argumenta que esta violencia brutal -que en apenas tres semanas ya cobra casi 2000 vidas, de las que al menos 70% son de población civil y un tercio, niños y niñas (que dolor!)- es para combatir el “terrorismo” de Hamas. Es la tercera intervención militar israelí en Palestina desde 2006, esta vez con más de 250000 personas desplazadas, con cerca de 5000 palestinos muertos desde la primera operación militar de Israel en esta década, más de 8000 casas destruidas completamente. La inocencia se ha perdido, el juego no existe, el aire que se respira huele a humo, sangre y carne quemada. Es ya un peligro jugar a orillas del mar para buscar estrellitas caídas del cielo o conchitas de mar para iluminar la sonrisa. La propia vida se ha convertido en un peligroso juego de muerte.
Es “la única forma de dar paz y tranquilidad a los ciudadanos israelíes y asegurar la paz” -dicen los portavoces del gobierno israelí denunciando que se trata de población civil usada como escudos humanos-: “nosotros les hemos dicho que se vayan, que dejen sus casas pues atacaremos”, afirma con todo cinismo Benjamín Netanyahu. Como si fuera fácil dejar el territorio, como si fuera fácil moverse a la misma velocidad de las balas y bombas que caen simultáneamente a sus advertencias. Las bombas caen sobre hospitales, escuelas, parques infantiles, lugares de juego..., estructuras de energía y agua… Lugares que deberían evocar la paz y liberar la mente del terror, son hoy contaminados con la violencia feroz y genocida que no reconoce absolutamente ningún valor de la vida y ni siquiera de la muerte, porque hasta la guerra tiene una lógica hoy superada por la brutalidad genocida que vemos en el Oriente Medio.
El pueblo palestino -y miles de personas en el mundo (instituciones, informes, colectivos de solidaridad, organizaciones del sistema multilateral)- vienen denunciando las consecuencias de la ocupación en su territorio desde hace años. Son víctimas de un asedio que va reduciendo sus territorios a pedacitos y los somete a los caprichos de una política contaminada de odio y locura. Amnesty Internacional reportó en 2009 un amplio informe de cómo el derecho al agua en Palestina es uno de los más violados por la ocupación
En el mismo, documentaron cómo soldados del ejército israelí disparan a los depósitos de agua de las casas de los campamentos palestinos para divertirse jugando al tiro al blanco. Esas acciones poco tienen que ver con asegurar la paz y defenderse. Hay más de 6.000 presos palestinos en cárceles israelíes. El ingreso de medicinas, alimentos y otros productos está restringido… desde hace años. Es un genocidio lento en las narices de la comunidad internacional.
Netanhayu es hoy la expresión de la mas brutal violencia y ha alineado tras de sí a una mayoría de israelíes tras una política genocida. Su enfoque no sólo lo lleva a cometer crímenes de lesa humanidad, sino que está abriendo varios frentes: el que sangra en la tierra palestina y va incubando un odio y dolor profundos (ninguna base para la paz); el de la condena internacional que se expresa todos los días en las calles, así como las contradicciones y controversias dentro de los gobiernos por su pasividad ante el horror (mayor conflicto político); y también un frente interno, pues -aunque desproporcionada- se ha generado una polarización en la sociedad israelí (una bomba de tiempo): por un lado quienes apoyan la violencia y los grupos abiertamente fascistas que se organizan y expresan con toda libertad en su país el racismo y la violencia, y por otro lado judíos en Israel y en el mundo que se oponen a la violencia y al propio estado sionista. El fascismo está creciendo en el Israel profundo, agrediendo a notables ciudadanos –entre ellos artistas, jóvenes e intelectuales- que se han atrevido a expresar su disconformidad y rechazo a la violencia de su propio Estado. Mañana, esta violencia le cobrará factura consolidando una fuerza social y política peligrosísima para cualquier sociedad, el fascismo.
El tema es complejo y se remonta a sus raíces históricas, es herencia de una presencia colonial en la zona como lo fueron los ingleses, los franceses, e incorpora la problemática de la democracia, la intervención, la religión, la violación de los acuerdos de paz por los israelíes y un círculo de violencia que va cerrando las posibilidades de la pacificación cada día que pasa. Cada tregua –discúlpenme-es una pausa perversa que da paso a mayor agresividad.
Gran parte del problema está en que la comunidad internacional decidió la creación del estado de Israel en un territorio en pugna de raíces históricas. Hoy, mientras la ONU declara injustificables los ataques a la población civil y a sus instalaciones en Palestina calificándolos de crímenes de lesa humanidad, varios gobiernos ya han retirado sus delegaciones diplomáticas de Israel condenando sus acciones, contrastando con la política estadounidense que justifica los ataques y brinda apoyo político incondicional al gobierno israelí. En una reacción radical contra el genocidio, el gobierno de Bolivia ha anunciado la decisión de declarar a Israel como “Estado terrorista” y, por tanto exigirá visas a los turistas israelíes que quieran venir al país. Por su parte, el MERCOSUR que se ha pronunciado enfáticamente rechazando la violencia, ha sido criticado por mantener un acuerdo de libre comercio con Israel desde 2006 el mismo que no ha cesado.
Cada vez más hay voces en todo el mundo que exigen un boicot económico al Estado de Israel, recordando que así se combatió también el “apartheid” que igualmente recibió la condena de la comunidad internacional. La campaña BDS está apuntando a ese objetivo. Recientemente se ha reactivado la polémica al respecto por la decisión de OXFAM de retirar de sus listas de embajadores a la actriz Scarlett Johanson que hizo propaganda por Soda Stream, una empresa de bebidas israelí en Cisjordania ocupada. Y de manera notable, aunque poco difundida, el Fondo Holandés de Pensiones retiró en enero de este año sus inversiones de los bancos israelíes por la ocupación en territorios palestinos en sujeción a la decisión del Tribunal Internacional de Justicia de Naciones Unidas sobre la ilegalidad de los asentamientos en los territorios palestinos.
Gracias a la indignación colectiva, crisis internas en los gobiernos también se dejan escuchar, como por ejemplo la renuncia de Sayeeda Warsi, secretaria de Estado del Gobierno británico para la ONU, los derechos humanos y la Corte de Justicia Internacional, quien se ha referido a la posición de su país como inmoral: “Nuestras políticas en relación a Oriente Medio y en concreto nuestra postura frente a la actual crisis de Gaza es moralmente indefendible”.
Medidas políticas que son muy importantes, por supuesto, aunque aún insuficientes porque el problema es mucho mas complejo. La Paz es fruto de un trabajo mas profundo pues no se trata solo de parar la guerra y la violencia, sino de sentar las bases para una Paz duradera.
Aunque no se lo dice mucho, el conflicto Israel-Palestina delata la importancia del territorio, pues nada hay más importante que el territorio; es la fuente de identidad, historia, cultura y es la fuente de sustento de cada día, son las raíces que se extienden desde el corazón humano a la tierra. Eso es lo que está siendo vulnerado en Palestina: el derecho al apego a la tierra, el derecho a la vida y a la identidad, el derecho a vivir en paz. Es el mensaje profundo de la crisis israelí-palestina al mundo entero y no se va a resolver con violencia.
El conflicto Israel Palestina nos interpela. E interpela no solamente a los violentos que siembran dolor y creen que hacen justicia y protegen lanzando bombas de muerte, sino a aquellos gobiernos que en sus propios países atentan contra el derecho al territorio (no se puede dejar de mencionar lo contradictorio que resulta escuchar al ex ministro del Interior boliviano, ahora embajador, hablar de Palestina siendo que él ha estado a la cabeza de una de las mas condenables represiones a los indígenas de tierras bajas en defensa de su territorio!). A todos quienes piensan que para combatir la violencia hay que exaltar la violencia; a todos quienes que nos resistimos a aceptar que mas allá del odio y la venganza hay otras formas de construir la Paz. Nos obliga a reconocernos, otra vez, como seres humanos.
La paz sólo será posible fruto de una negociación política justa que se base en los principios esenciales de la reparación y la justicia. Pero para que sea duradera, debe provenir también de desarrollar condiciones que posibiliten un verdadero cambio para superar los miedos, el odio y la violencia a la que estamos acostumbrados como formas de resolución de crisis sociales y políticas. Un cambio basado en la justicia que permita realmente mirarse a los ojos sin temor para convivir como seres humanos.
Hay esperanza. En la historia la humanidad se ha ganado en la lucha contra el fascismo nazi, contra el apartheid, se ha logrado a pesar del dolor detener las guerras y los genocidios en Camboya, en Rwanda; son pasos pequeños, tortuosos y sobre todo enseñan que cualquier avance social requiere ser sostenido (lección no aprendida por actual régimen de Israel). Veamos este triste caso en Haaretz.
Hay esperanza, porque el mundo entero se ha pronunciado por la Paz en Palestina en las calles, con palabras. Si las palabras fueran rosas, habrían llegado ya a alguna tumba, si las palabras fueran agua llenarían los pozos destruidos para saciar la sed del pueblo palestino. Si las palabras fueran manos, buscarían calmar el dolor y secar las lágrimas de frustración y pena de la gente y los niños en la Gaza y Cisjordania ocupadas. Si las palabras fueran deseos y los deseos fuesen acciones, podrían curar el dolor y transformar este mundo.
Hoy tod@s somos Palestina…
* Elizabeth Peredo Beltrán es psicóloga social boliviana.
Fuente: Elizabeth Peredo Beltrán *, Bolpress.com
Tomado de http://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=52079