Barbas-Bremen es un pedazo de bosque húmedo andino dividido por fincas dedicadas al ganado de leche. Allí hay monos aulladores, pavas caucanas, tigrillos, tres clases de hormigas, un tipo de murciélago único en el mundo, rana rubí, rana de cristal, guatines...
Barbas-Bremen está en el Quindío, el departamento más pequeño del país, donde lo verde, la vegetación, los bosques, las hectáreas de pino, los valles de palma de cera son tan imponentes, tan importantes, que se han convertido en la fuerza de una única materia económica: el turismo.
No es un secreto, pero en el Quindío no hay industria —o es muy poca—, solo comercio, y los esfuerzos de las alcaldías y la Gobernación, desde hace años y luego del terremoto del 25 de enero de 1999, se centró en el turismo ecológico, por lo que un parque natural como el Barbas-Bremen no solo representa las luchas más comunes del presente, la del medio ambiente, sino también las importantes de siempre: las económicas.
La comunidad
Filandia es un pueblo frío de casas coloniales en el que la gente madruga a tomar café en el parque, para luego dedicarse a la tierra: a sembrar café, plátano, bananos; a criar vacas, a sacar queso, a vender leche. Se llega luego de desviarse en la carretera que va de Pereira a Armenia. Por el camino que serpentea, se atraviesan vacas, toros y huele a estiércol fresco. El martes pasado, cuando estuvimos en el pueblo del norte quindiano, en las cafeterías se seguía la caída de Nairo Quintana, y en la calle el silencio. Pocas veces Filandia sale de su paz enorme, pero desde noviembre del año pasado todo cambió.
Norbey Betancur —campesino, las manos callosas, duras; padre de un niño de dos años y de una niña de siete, administrador de la finca de su hermana— cuenta que solo hace dos semanas su caso se puso bravo.
—Bajó un abogado y me dijo firme acá; yo le dije que yo no estaba autorizado porque la patrona no convive en este país, y dijeron: "dígale a su patrona que la plata le va a quedar aquí arriba en esa guadua". Me dijeron que por ley no pedían permiso para entrar, que ellos para donde iban, iban. Yo los saqué, porque yo me llené de rabia.
El proyecto
Hace unos años la Empresa de Energía del Quindío (Edeq) determinó que, aunque era suficiente con lo que había, era necesario repotenciar la capacidad instalada del departamento, pues el turismo cada vez crecía más. El proyecto salió a licitación y se lo ganó la Empresa de Energía de Bogotá (EEB), que llegó a la zona el año pasado.
El proyecto es la instalación de 83 torres de energía, cada una medirá entre 30 y 50 metros, que atravesarán el Distrito de Conservación de Suelos Barbas-Bremen. Aquí una minucia no pequeña: el 29 de junio de 2011 se "recategorizó la denominación de Parque Regional Natural con la categoría de área protegida del SINAP Distrito de Conservación de Suelos Barbas-Bremen". Así consta en el Acuerdo 003 de la Corporación Autónoma Regional de Risaralda (Carder). De no haberse cambiado la categoría del Parque, que unas torres de energía se instalaran en él, no sería más que una quimera.
El Distrito de Conservación está conformado, en gran medida, por propiedades privadas de campesinos que han querido mantener el bosque hasta cierto punto virgen —aunque la colonización, los potreros extensos para criar vacas lecheras le han robado espacio al bosque—, por lo que el cableado pasará por encima de muchas propiedades, las de unas 165 familias. Además, debajo de cada torre no pueden existir cultivos ni árboles de más de dos metros de altura, como tampoco a 16 metros a lado y lado del cableado y de las torres. Eso significa que habría que mover viviendas, erradicar cultivos, talar árboles por los que se pasean los monos aulladores, quitar vacas de los potreros por los que pastan.
Fernando Builes, habitante de Filandia que ha estado al frente de varios movimientos para frenar el avance del proyecto, dice que además de que "interrumpen el bosque... ¿cuánto queda valiendo una finca con una torre de ese tamaño en la mitad? Es que esos 32 metros es una servidumbre de toda la vida. Además, las torres van a transportar 230 megas, eso es mucha energía y eso puede afectar a la gente".
Justo la repotenciación ha sido desestimada por el ingeniero Roberto Arias Estefan, conocedor, quien asegura que el Quindío tiene suficiente con los 180.000 kilovatios que genera, pues solo usa, y en horas pico, 90.000, lo que resta se va para otros departamentos. Por este argumento, que ya ha sido difundido en varios volantes, los quindianos sospechan —es un rumor que corre rápido— que los kilovatios que vendrían estarían destinados para abastecer proyectos de minería, y entonces hablan del proyecto La Colosa, que empezó a rondar como un fantasma en el departamento hace unos siete años cuando se dijo que podría acabar con Salento y su Valle del Cocora.
Pero además de la preservación del bosque, del miedo a la tal contaminación electromagnética, está lo económico. En Filandia saben bien que los turistas llegan al pueblo por la tranquilidad, porque las pequeñas fincas, rodeadas de potreros y bosque, son lo que buscan los turistas, eso que llaman armonía con el medio ambiente, desconectarse de la ciudad.
El retiro
El día en que la calma terminó en Filandia fue el 15 de agosto, cuando los habitantes —acompañados por estudiantes de la Universidad del Quindío que han seguido el caso— salieron a las calles a protestar, entonces la gobernadora Sandra Paola Hurtado Palacio dijo que si era necesario, se iría a acampar con su equipo de trabajo a la zona donde se instalarán las torres.
Tras la presión, la EEB comunicó la semana pasada que retiraría cualquier trabajo que se estuviera haciendo hasta que se llegue a una concertación con el pueblo.
"La Empresa de Energía de Bogotá (EEB), luego de la reunión realizada en la última semana en la ciudad de Armenia con la participación de la gobernadora de Quindío, Sandra Paola Hurtado, entre otros representantes claves de la región, reafirma la intención de construir acuerdos en el marco de la licencia ambiental que permitan la ejecución del proyecto de transmisión de energía que le ha sido asignado y que busca ofrecer estabilidad y seguridad energética en la zona cafetera del país", explicó en un comunicado la semana pasada.
Las preocupaciones
Norbey tiene un hijo de dos años que corre como uno de cuatro, y eso le preocupa porque el límite "con las torres va a estar muy cerca de mi casa —dice—, y yo me pregunto qué radiación tiene eso para mi hijo, y él se va a acercar a eso, y yo ahí pegado de él no puedo estar, yo tengo que estar en el monte trabajando".
Pero también están las treinta vacas de las que tiene que salir porque se van a quedar sin potrero donde pastar; y la cochera con marranos que tiene alquilada y por la que pasara el cableado, y su casa, que tendrá que mover porque quedará muy cercana a una torre.
—¿Y lo van a indemnizar?
—Me dijeron que me daban 7 millones de pesos.