Por Julián de Zubiría Samper*
Educación para la desigualdad
Con frecuencia hemos oído que la educación es el mejor mecanismo para el ascenso social, y que por eso la educación cumple un papel esencial en la disminución de las inequidades sociales. Esta afirmación, verdadera en varias democracias del mundo, todavía no es cierta en Colombia.
Por ejemplo, entre los jóvenes colombianos que se presentaron a las renombradas pruebas PISA en 2012, el que provenía de la educación pública obtuvo en promedio 50 puntos menos que el alumno de la privada. Así mismo, quien no tuvo ningún año de educación inicial, obtuvo 34 puntos menos que quién sí lo tuvo. Y si es mujer, en el área de matemáticas consigue en promedio 25 puntos menos.
Dado lo anterior, en Colombia una joven de sectores populares tiene en promedio, para el grado noveno, 109 puntos menos que un joven de estrato alto en su prueba de matemáticas.
En Colombia una joven de sectores populares tiene en promedio, para el grado noveno, 109 puntos menos que un joven de estrato alto en su prueba de matemáticas.
Este resultado equivale a tres años menos de educación, lo cual es tanto como decir que aunque ambos estén cursando el grado noveno, la mujer de menor estrato ya ha “perdido” tres años de escolaridad. Es como si ella sólo hubiera alcanzado el grado sexto, aunque lleve cursados nueve años.
Gracias a la educación inicial y a los beneficios del mayor nivel sociocultural de su familia, en primero de primaria el niño de estrato alto le lleva una ventaja cercana a los cuarenta puntos al niño de estrato popular.
Pero falta lo más grave: la distancia entre los resultados va aumentando con el paso de los grados, de modo que hasta ahora la educación pública en Colombia no logra cerrar la brecha social. Por el contrario, las distancias aumentan con el paso del tiempo.
Dicho de otra manera: la calidad desigual de la educación colombiana está aumentando las desigualdades sociales. Es como si tuviéramos dos sistemas educativos: uno para pobres y otro para ricos, y que debido a ello, todos los jóvenes tendieran a permanecer en un estrato social similar al que nacieron. En términos técnicos a esto se le llama inmovilidad social. En consecuencia, Colombia presenta una muy baja tasa de movilidad social educativa.
Grupo de estudiantes presentan la prueba PISA. Foto: Sergio Dávila |
Igualdad y educación
Las democracias necesitan una educación pública robusta para garantizar que el pueblo de veras ejerza el poder con criterio, argumentos, razón y voluntad, y para asegurar que quienes lleguen arriba lo hagan por méritos propios y no por la cuna en que nacieron.
Por eso en las democracias más consolidadas es común encontrar una educación pública de muy alta cobertura y calidad, como demuestran el norte de Europa y Canadá: son países con muy buen desempeño en las pruebas educativas mundiales y baja dispersión en sus resultados.
Por eso mismo no es casual que exista alta correlación entre igualdad social y alta calidad educativa. Por el contrario, países ricos pero desiguales no tienen un sistema educativo universal de alta calidad: en las pruebas internacionales, países como Estados Unidos, Alemania o Inglaterra tienen resultados muy por debajo de países como Finlandia, Polonia, China o Cuba.
Las mujeres, rezagadas
Teniendo en cuenta los 65 países que presentaron la prueba PISA en 2012, la distancia entre los resultados de hombres y mujeres en ciencias y matemáticas convierte a Colombia en el segundo país con mayor desigualdad en su logro educativo según el género. En matemáticas, la diferencia es de 25 puntos a favor de los hombres; y en ciencias, es de 18 puntos (mientras en el resto del mundo las diferencias no son significativas).
La distancia entre los resultados va aumentando con el paso de los grados.
En ambas áreas, Colombia muestra más desigualdad que los países musulmanes. Podría decirse entonces que en Colombia tenemos una “burka” educativa, que aun no ha sido objeto de análisis e investigación. Y, como todos sabemos, lo que no se investiga e interpreta no puede remediarse.
Las diferencias entre hombres y mujeres es menor en países de América Latina como Argentina o Uruguay, y aun en otros reconocidamente “machistas”, como sería el caso de México.
Aumentan…y disminuyen las distancias
Como Colombia es uno de los países con más mala distribución del ingreso en América Latina, la educación de calidad tan distinta para ricos y pobres ratifica y consolida las inequidades existentes. Eso significa quien ingresa a la educación pública básica tiene alta probabilidad de permanecer en un estrato bajo.
La situación fue especialmente grave durante los gobiernos de Uribe (2002 a 2010), ya que en las pruebas SABER, los resultados de los colegios públicos rurales retrocedieron significativamente respecto de los colegios privados. Así lo muestra la gráfica siguiente:
De allí la gran importancia del Programa Todos a Aprender (PTA) que desde 2012 viene ejecutando el gobierno nacional y que ya atiende a 2,4 millones de estudiantes. Al brindarles apoyos especiales a las escuelas oficiales rurales, el PTA está atacando en su raíz una de las causas de los bajos resultados nacionales en educación: la inequidad.
Biblioteca Central de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá. Foto: M. Ewert |
Desigualdad temprana
El 94 por ciento de los estudiantes del mundo que presentaron PISA (2012) dijeron haber cursado algunos años de educación inicial. En América Latina, países como Argentina, Uruguay y México alcanzan indicadores del 70 por ciento en este tramo. Esto les garantiza, en promedio 53 puntos adicionales, la que sería la inversión social más rentable que hayamos conocido.
Por el contrario, en Colombia, solo el 33 por ciento de los estudiantes evaluados dijeron haber asistido a más de un año de educación inicial. En los sectores populares todavía sigue siendo muy baja la cobertura de este tramo educativo y solo aumenta significativamente a partir de los 5 años de edad desde que se incorporó el grado cero a la educación básica (en 1994).
Pese a ello, todavía no se cumple lo establecido en la Ley General de Educación dos décadas atrás: una educación inicial de tres años para niños de todas las regiones y condiciones sociales. Aquí se gesta la inequidad que se verá agravada por una educación pública de tan baja calidad como la que hasta ahora hemos alcanzado.
De aquí se sigue que garantizar una educación inicial general de 3 años será una de las tareas esenciales para el gobierno que se inicia en un mes.
La universidad, al revés
Al contrario de todo lo anterior, la alta calidad que se ha logrado en algunas universidades públicas de Colombia, sí permite la movilidad social que no asegura la educación básica.
Por eso mismo es necesario garantizar el derecho que actualmente está garantizado de manera muy parcial. Una educación universitaria pública, gratuita y de calidad para los sectores populares tendrá que convertirse en otra de las metas de la administración que se inicia.
En conclusión
En las democracias, la educación pública de calidad es un derecho que debe ser garantizado por el Estado.
En Colombia será imposible disminuir las inequidades mientras la educación pública básica no alcance más calidad y no aseguremos el derecho a la educación inicial y universitaria para los sectores populares.
La baja calidad de la educación pública básica y la baja cobertura en la educación inicial y universitaria agravan las inequidades y disminuyen la movilidad social.
Trabajar de manera conjunta por el derecho a la educación pública de calidad es una condición necesaria para fortalecer la democracia. Si queremos que la educación ayude a los pobres a salir de la pobreza, antes hay que ayudar a la educación pública a que salga de la pobreza en que se encuentra.
* Fundador y director del Instituto Alberto Merani correo@institutomerani.edu.co.
Tomado de razonpublica.com