Por: Alberto Herrera.
Capítulo I
Aunque buena parte del país no lo percibió, desde el triunfo electoral del presidente Santos en el 2010 se generó un ambiente de diferenciación y de confrontación con su antecesor. Innumerables manifestaciones afloraron desde distintas posiciones políticas aún desde antes de su posesión: “Ojala Santos ponga fin a la cultura del atajo y del todo vale y regresemos a una forma de gobierno que fortalezca el estado y las instituciones”, dijo Cesar Gaviria, y cuando Uribe aún en el cargo increpó sus palabras y le contestó con insultos, el ex presidente liberal tranquilamente volvió a la carga: “Aquí el que da asco es usted (Uribe) y su gobierno”. (Junio 17 de 2010, El Tiempo). A su vez el propio Santos en rueda de prensa mostró su distanciamiento con el gobierno y manifestó: “Y, efectivamente, uno a veces se cansa y cambia el paso”. (Julio 18 de 2010, El Tiempo).
El Partido del Trabajo de Colombia-PTC en editorial de su periódico LA BAGATELA, (“A conformar una nueva fuerza”. LA BAGATELA No 40, diciembre 2010) también detectó el distanciamiento y los cambios políticos que se vislumbraban: “Como puede apreciarlo todo colombiano con una percepción medianamente objetiva de las cosas, los hechos han ido revelando que cada día se profundiza un progresivo deslinde entre el actual gobierno y las huestes que comanda el ex presidente Uribe, y que uno de los principales efectos ha sido un gran realinderamiento político y social”.
Por su parte el uribismo también expresó su desavenencia, esta vez referida a la designación de varios ministros, especialmente el de Defensa, y con la invitación a Gustavo Petro y a Vargas Lleras a su proyecto de unidad nacional. Este último ya como ministro del Interior, refiriéndose al anterior gobierno ripostó: “La época de la camorra quedó atrás”. (“La ley de víctimas es prioridad para el gobierno: Vargas Lleras”, El Tiempo, entrevista, agosto 15 de 2010.)
Capítulo II
Uribismo la emprende por Bogotá.
Habían pasado tan solo 100 días de gobierno, cuando Uribe hizo su última visita a Palacio. Salió pidiendo a sus seguidores apoyo sin reservas al gobierno de Santos. “Esta es la prioridad”, dijo. A su vez en público y privado, Santos proclamaba, “Nada ni nadie nos hará distanciar”, así escribió el bien informado editor político de El Tiempo en su crónica, Edulfo Peña, (El Tiempo, octubre 17 de 2010).
Pero todo era de dientes para afuera, el distanciamiento era real y ya se escuchaban duras críticas del uribismo al proyecto de Ley de Víctimas, “que arruinará al fisco y la ley de tierras es una convocatoria a una guerra civil que no estamos necesitando”, vociferaba Fernando Londoño.
Producto de las diferencias cada vez más irreconciliables, el bando uribista buscaba como arreglárselas para la reconquista del trono. Al respecto el cronista Peña afirmó: “Uribe quiere jugar duro en la campaña que viene para tomarse las alcaldías”, y su alfil en la “U”, Juan Lozano, añadió: “Uribe está en camino de ser candidato a la alcaldía de Bogotá”, porque considera que al ganar la plaza principal, podría liderar con sus aliados en todo el país, un poder real para neutralizar a Santos, (“Uribe es Uribe y Santos es Santos”, Edulfo Peña, El Tiempo, octubre 17 de 2010).
Las cartas estaban jugadas. El País conoció a quién terminó Uribe cargándole el megáfono para la alcaldía, lo que se constituyó en una bochornosa derrota.
Capítulo III
La institucionalidad es parte de la disputa S vs U.
Las leyes de víctimas y de restitución de tierras buscan conocer la verdad de los hechos, resarcir las pérdidas y los padecimientos de los millones de damnificados del despojo y del asesinato que enlutan nuestra historia. Su aplicación no ha sido fácil, se ha erigido una oposición a curar y superar esa luctuosa y prolongada etapa, encabezada por el sector más retardatario de la nación que ha acudido a todo para torpedear y hacer fracasar estas iniciativas. Incluso se ha conformado un ejército (“Así opera el ejército contra la restitución”, El Tiempo, junio 10 de 2012) para impedir que la tierra sustraída vuelva a sus verdaderos propietarios. Han sido asesinados decenas de dirigentes populares afectados por la acción de los despojadores. Además, la dimensión de la tarea ha desbordado la capacidad que el Estado ha dispuesto para atenderla pero se espera puedan superarse todas la dificultades en el futuro cercano y hacer justicia.
La distensión y el acercamiento, y no la confrontación que se venía dando en el manejo de las relaciones internacionales constituyeron otro viraje que fue bien recibido en el mundo, pero especialmente en el continente americano, incluso por los EE.UU. Los duros enfrentamientos del pasado con Venezuela y Ecuador han cedido, se reanudó el intercambio comercial y se realizan encuentros. “El año que llevamos sin relaciones comerciales con Venezuela nos ha costado medio millón de empleos, cinco millones de personas que viven en las fronteras afectados, dos millones y medio de dólares diarios de pérdidas empresariales”.(“Uribe está lanzando cargas de profundidad contra Santos”, El Tiempo, entrevista a E. Samper, julio 18 de 2010).
El forcejeo ya se libraba alrededor de los casos que adelantaba la justicia, como la guerra política del DAS y los procesos por parapolítica y corrupción que dejaron diezmado al uribismo pues reconocidos de sus seguidores, funcionarios y secretarios estaban siendo procesados o ya habían sido condenados. Incluso algunos de ellos se asilaron, fueron extraditados o están huyendo. (Luis Alfredo Ramos, Mario Uribe, Jorge Noguera, Pilar Hurtado, Piedad Zucardi, Juan Carlos Restrepo, Bernardo Moreno, Uribito, etc.)
Capítulo IV
Las fuerzas democráticas y progresistas cuentan en la disputa S vs U.
La oportunidad y la justeza del distanciamiento de Santos de su anterior jefe, aparejada al robustecimiento de la corriente democrática, evidenciado en el resonante triunfo de Gustavo Petro en la alcaldía de Bogotá, al derrotar a todas las corrientes políticas nacionales en contienda, significaron un duro traspiés para el uribismo que se la jugó con Peñalosa. Al verse derrotado en las elecciones especialmente en Bogotá, relegado y más lejos del poder, el uribismo arrecia su estrategia de choque que busca desestabilizar la nación, echando mano a todo, lo legal y lo oscuro, lo cierto y lo falso, el cariño y el odio; es una fuerza desesperada que le huye al hundimiento y a la muerte como opción política. Su embestida incluye el trato sesgado y peligroso de temas vitales de la nación como “el deterioro de la seguridad y desmotivación de las Fuerzas Armadas”, y parte de seguir con el ojo puesto en Bogotá, pues sin una fuerza consolidada y determinante en la Capital la opción de poder está lejana. (“¿Se lanza Uribe a la oposición a Santos? El Tiempo, declaración de Uribe, noviembre 2 de 2011)
Sin embargo faltaba el puntillazo. La decisión de establecer los diálogos de La Habana con las Farc para buscar un acuerdo de paz, se constituyó en la mayor contradicción de la caldeada disputa, que al final dejará damnificado y derrotado uno de los bandos, de ahí su importancia. “Con toda sinceridad, tengo la certeza de que la paz es realmente posible” le contestó Humberto De La Calle a Vicky Dávila en el libro “ENEMIGOS”, abril del 2014, pág. 209. Las dos campañas tienen en este punto su mayor enfrentamiento. Santos no ha rebajado su meta de lograr un acuerdo de paz y la campaña uribista tampoco ha cedido en sus diatribas contra las negociaciones de La Habana.