Por: Luis Daniel Terán
Tomado de nuevagaceta.co
Las grandes crisis político-económicas en el mundo normalmente traen como consecuencia un viraje en la política interna de los países. La última gran crisis del capitalismo iniciada en el año 2008, y que aún persiste en algunos países, ha sacudido los movimientos políticos y sociales en muchos lugares de Europa. Respuestas muy diferentes en la naturaleza de estos grupos y el enrarecido ambiente político es el común denominador, y evidencia de ello son el ascenso electoral de partidos como “Amanecer Dorado” en Grecia, el “Partido de la Libertad” en Dinamarca, además del “Partido de los Verdaderos Finlandeses” y el “Frente Nacional en Francia”, todos de extrema derecha.
El aumento de la xenofobia y aires nacionalistas en los países que integran la Unión Europea han sido parte de la reacción a la crisis que, vale la pena decir, ha sido provocada por las políticas económicas de la Unión Europea y organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional en asocio con los partidos de derecha (diferentes a los nacionalistas de extrema derecha) que mayoritariamente gobiernan. Lo paradójico de todo esto es que cuando la social-democracia (llamada en algunos países partido socialista) ha tenido el poder no ha sido capaz de solucionar las grandes problemáticas sociales, debido a que no se han replanteado las medidas económicas. En otras palabras, la situación no cambia independientemente del gobierno de turno: los desahucios continúan, el desempleo aumenta, la educación y la salud se hacen más inaccesibles y todo trae como consecuencia la desaceleración económica. El sentir de algunos europeos es que la social-democracia y los partidos de derecha en el fondo tienen una similitud en sus medidas económicas y ambos parecen estar de acuerdo en el desmonte del estado de bienestar, paradigma capitalista de los países occidentales. La crisis ha llegado a tal punto que muchos inmigrantes han decidido volver a sus países de orígenes, algo que pocos analistas hubieran vaticinado hace algunos años.
La otra cara de la moneda la vive España, uno de los países más afectados por la crisis, pero a la vez la reacción de la ciudadanía ha sido bastante curiosa y muy diferente. Todos tenemos en la retina las grandes manifestaciones en el 2011 de los indignados en casi todo el país, equiparable a lo que fue el movimiento de los Occupy Wall Street en los Estados Unidos y el descontento en España ha sido capitalizado por la formación política llamada Podemos, la cual se define como de izquierda moderna. Sus dos principales líderes son Juan Carlos Monedero y Pablo Iglesias, profesores de ciencia política autodenominados neo-marxistas, que tienen como referentes teóricos a Gramci, Habermas, Walter Benjamin, entre otros, criticando fuertemente modelos como el estalinista y todas las dictaduras que en nombre del comunismo gobernaron Europa del Este a mediados del siglo XX.
La agrupación política Podemos fuera intrascendente si no observamos que cuatro meses después de su creación (enero del 2014), participó en las elecciones europeas de 2014, logrando cinco escaños (de 54) con el 7,98 % de los votos, lo que lo convirtió en el cuarto partido más votado de España. Durante los primeros veinte días que permitió la inscripción, reunió más de 100.000 miembros, convirtiéndose en el tercer partido en número de afiliados y actualmente ostenta el segundo lugar, con más de 200.000. Además aparece como el primer partido del país en intención directa de voto, según las encuesta publicadas recientemente. Podemos ha puesto en jaque el histórico bipartidismo español, tiene diferencias abismales con el PSOE (la social democracia) y han aprovechado que el sistema político español hace aguas en medio de los ríos de corrupción. El establecimiento no ha demorado en reaccionar tildándolo de “Chavista”, “Anarquista”, “Antisistema” “Populista” entre otros epítetos, los cuales usan casi a diario en los diferentes canales de televisión, radio y diarios de circulación nacional, pero de fondo en dicha reacción se nota cierto miedo.
La tarea de hoy de Podemos es seguir su proceso organizativo (ellos lo llaman asambleas ciudadanas), reinventar la izquierda en España y sumar la mayoría posible en medio de varios factores que generan un gran inconformismo en la ciudadanía española como la imposición de la política económica por Alemania, una monarquía anclada en una época más cerca de la edad media que a la modernidad, una transición que produjo una constitución que no recoge el sentir de las mayorías y un bipartidismo que no representa a la ciudadanía. El miedo del establecimiento por Podemos es claro y, como lo han dicho, ellos no se conforman, van tras el poder, lo cual le daría un vuelco a la política en España y tendría una repercusión en toda Europa. El reto está planteado y los acontecimientos nos mostraran el rumbo que desean los españoles.