La Comunidad Educativa Frente al Neoliberalismo.

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EL POSMODERNISMO: IDEOLOGIA NEOLIBERAL

Subtítulos:
Los Orígenes.
La epistemoligía posmoderna.
La ciencia y la tecnología.
Las concepciones sobre el estado.
Conclusiones.

El posmodernismo ha venido irguiéndose como expresión ideológica del actual orden económico mundial, el neoliberalismo. Y, al igual que la economía, no es cosa diferente al remozamiento de teorías que planteadas hace muchos siglos. Razón tiene quien denominó a sus exponentes ?posmodernícolas?.

Fue en las aulas universitarias donde primero echó sus raíces la moda, sin que los difusores parasen mientes en considerar que la fórmula económica que sustenta hace agua por todos los costados y que la misma suerte espera a la conciencia neoliberal, el posmodernismo.

Conviene que nos detengamos en el análisis de las principales contradicciones que existen en tal teoría, no sin antes advertir que es difícil pillar a los posmodernos en declaraciones concretas sobre las bases y conceptualizaciones de sus ?saberes?. Ese eclecticismo es justamente una de las características de la ?escuela?.

Los orígenes.

?Qué es la modernidad y cuándo termina? Historiadores como Wallerstein indican que la modernidad corresponde a la etapa que se denomina capitalismo. Tiene su origen en las luchas económicas, políticas e ideológicas de los siglos XIV y siguientes entre la naciente burguesía y la aristocracia feudal en decadencia.

Si bien el capitalismo -soporte de la modernidad- tuvo cambios con el surgimiento del capital financiero (fines del siglo XIX), en sus características básicas sigue siendo el mismo modo de producción. En consecuencia, la modernidad no ha terminado. A la luz de un análisis científico de la historia, la posmodernidad solo existe en la cabeza de sus letrados. Quizá aquí encontramos la razón de su fobia contra la ciencia: ella los desnuda.

Según los posmodernos, el fundamento material de la nueva etapa es que la tecnología habría adquirido un sesgo a partir de la segunda posguerra por el cual se habría constituido en una fuerza que oprime al hombre . No obstante, como lo recuerda Berman , ya desde el siglo pasado Marx -y en cierto sentido Hegel- anunciaron que la evolución de la ciencia y la tecnología -expresada en la revolución industrial- llevaría al actual estado de cosas. Es decir, es propio de la modernidad ir oprimiendo al hombre con las herramientas que él mismo crea para dominar la naturaleza:

"...con la división del trabajo se da la posibilidad, más aún la realidad de que las actividades espirituales y materiales, el disfrute y el trabajo, la producción y el consumo, se asignen a diferentes individuos, y la posibilidad de que no caigan en contradicción reside solamente en que vuelva a abandonarse la división del trabajo" .

Nietzsche en el otro extremo del espectro ideológico recogió el planteamiento. Así las cosas, insistimos, la nueva condición que cree encontrarse a partir de 1950 no lo es tal, es de la esencia de lo que se vislumbró por allá a finales del siglo XVIII.

La epistemología posmoderna

Desde los presocráticos los filósofos han estado divididos en dos campos al analizar la relación entre conocimiento y realidad: de un lado, quienes plantean que la naturaleza -en general el objeto del conocimiento- tiene una existencia independiente del ser que conoce, es decir, del hombre. Aquí se encuentran los llamados materialistas y un sector de los idealistas (idealismo objetivo). De otro lado, quienes plantean que la realidad no existe de manera independiente del sujeto. Dicho de manera escueta, para los últimos -idealistas subjetivos- la realidad existe porque el hombre se la inventa, las cosas no tienen existencia objetiva sino que existen gracias al individuo que conoce.

Es claro que si las cosas no tienen existencia independiente, bastaría con cambiar de opinión para que se transforme la realidad. Pero como enseña la evidencia, las situaciones cambian en concordancia con sus propias leyes, y el reto del hombre -el progreso- es conocer esas leyes y ponerlas a su servicio.

El siguiente punto es saber si el hombre tiene posibilidad de conocer las cosas, la realidad. De nuevo aquí los filósofos se dividen en dos campos: quienes defienden la posibilidad del conocimiento, es decir, la capacidad que tiene el hombre -contando con los instrumentos adecuados-, para conocer la esencia de las cosas. Puede ocurrir que en un momento no exista la técnica para conocer un fenómeno -por ejemplo, las leyes del mundo nuclear- pero ello es un límite temporal, que tarde o temprano la humanidad supera.

Pero para otro grupo de filósofos, el hombre no puede conocer la esencia de las cosas. Son los agnósticos, cuyo principal exponente ha sido Kant. Aunque admite que la realidad existe independientemente del hombre -de ahí que esté catalogado como idealista objetivo-, para él la ?cosa en sí?, es decir, la esencia de los fenómenos, es inaccesible al entendimiento humano.

Este error de Kant -y por supuesto de los neokantianos- trae graves implicaciones para la ciencia, pues se plantea, a nombre de un relativismo hirsuto, que siendo inaprehensible la cosa en sí, su conocimiento depende del sujeto. Por supuesto, si la esencia de las cosas no se puede conocer, la verdad no existe (en el entendido de que la verdad es la coincidencia entre los objetos y la representación que de ellos se hace el hombre).

Si la verdad no existe, cualquier opinión, cualquier interpretación tiene tanta validez como otra, con la única condición -a veces- de que conserve cierto grado de formalidad lógica, de sentido común. Aparece así en la jerga posmodernista un concepto que ha hecho carrera: los ?saberes?, que surgen como sustituto de la verdad.

Si nadie tiene acceso a la verdad -o si no existe-, todos los ?saberes? tienen igual ?valor?, cayéndose así en el eclecticismo, el cual se encubre a través de una mal entendida pluralidad, que saldría en defensa del derecho a opinar. Se afirma que es el ?respeto a la diferencia?. Pero una cosa es expresar las opiniones y otra defenderlas no con base en su veracidad sino con base en una especie de intangibilidad por ser "un saber".

T. Kuhn, contribuyó en el punto de la inexistencia de la verdad objetiva al afirmar que la verdad es el consenso entre los miembros de una comunidad científica. Así le quitó su carácter objetivo para hacerla depender de los acuerdos. Y éstos no son leyes sino ?paradigmas?.

?Cuál es la consecuencia del neokantismo en la educación? Siendo actividad fundamental de la universidad la búsqueda y transmisión de conocimientos (los saberes son individuales y por tanto no se deben transmitir, pues se viola el principio de la autonomía del individuo) ?en qué quedan estos propósitos a la luz de la "novísima" teoría? En el más vulgar empirismo.

A manera de consuelo de tontos diremos que el mal no solo es nacional. En Estados Unidos, con vistas a mejorar su sistema educativo, se ha impulsado el establecimiento de unas pautas mínimas nacionales para la enseñanza de las ciencias por parte de la National Academy of Sciences (NAS). Sobre el primer borrador, Gerald Holton -físico e historiador de la ciencia de Harvard- afirmó:

"algunas expresiones "posmodernistas" usadas en el borrador, particularmente el pasaje que describe la ciencia como una "actividad social" de "construcción de conocimiento" implican que es imposible alcanzar el conocimiento objetivo" .

La ciencia y la tecnología

Como queda dicho, la posmodernidad se habría iniciado por un creciente proceso de deshumanización. Pero desde los tiempos helénicos hubo filósofos que se rebelaron contra lo que, guardadas las proporciones, es el tema de los posmodernos. En todo caso, como es infructuoso cualquier intento por devolver la historia, el resultado ha sido el fatalismo, que se ha expresado en viejas y nuevas formas de nihilismo y escepticismo. Se sabe que el libro de Hegesias (S. III a.C.), el Abstinente, enumeraba de tal manera los males y miserias de la época que se prohibió su lectura en las escuelas porque empujaba al suicido. Siglos después Pascal se declaraba poco menos que infeliz frente a los dos abismos infinitos, el microscópico y el macroscópico.

El marxismo analizó el asunto desde la óptica del significado que para el individuo trajo la división del trabajo. En efecto, Marx planteó:

"Es indudable que toda división del trabajo en el seno de la sociedad lleva aparejada inseparablemente cierta degeneración física y espiritual del hombre... el período manufacturero acentúa este desdoblamiento social de las ramas de trabajo de tal modo y muerde hasta tal punto, con su régimen peculiar de división, en las raíces vitales del individuo, que crea la base y da el impulso para que se forme una patología industrial" .

Pero Marx y Engels sostuvieron que la manera de enfrentar ese efecto no era acabando las máquinas, sino logrando un desarrollo tal que permita la abolición de la división del trabajo, basado en un portentoso desarrollo de las fuerzas productivas. Engels afirmó que en esa dirección el capitalismo dio pasos importantes como incorporar, de forma sistemática, la ciencia en el avance tecnológico.

Nietzsche por su parte, asqueado por la destrucción que sus mecenas inducían, también se refirió al tema, si bien en dirección opuesta a la indicada por el marxismo. En la historia de la filosofía su concepción se conoce como romanticismo: crítica de lo actual añorando vuelta al pasado, no apuntando a superar el presente.

De la sinsalida a que conducen esos razonamientos se desprende la ?neurosis? que teorizan y padecen los posmodernistas, fruto de una contradicción aparentemente irresoluble entre el hombre y su mejor creación.

No obstante, el problema no está en la tecnología sino en la relación que haya entre ella, quienes se benefician con sus productos y el hombre común y corriente, para quien de manera usual se le presenta como potencia externa, extraña, que lo oprime -recordemos no más la opinión de José Arcadio Buendía sobre el hielo-, a la par que atenta contra el hábitat de la humanidad.

Más adelante la argumentación nihilista de Nietzsche se afinaría:

"Desde Schopenhauer, y sobre todo desde Nietzsche, asistimos a un proceso en que el pesimismo irracionalista va minando y destruyendo la convicción de que existe un mundo exterior objetivo y de que el conocimiento imparcial y concienzudo de este mundo puede ofrecer la solución a todos los problemas provocados por la desesperación. El conocimiento del mundo va convirtiéndose aquí, cada vez más marcadamente, en una interpretación del mundo progresivamente arbitraria" (negrilla original).

En vez de encontrar en la ciencia y la tecnología un medio para acabar la explotación del hombre, los románticos vieron allí la causa de los males. Elaboraciones posteriores llevaron a descalificar por ?cientificista? a quien vea en el avance de las fuerzas productivas una base para superar el actual caos. La esclavización del individuo por la tecnología no debe imponer como conclusión volver la historia a la era del arado de palo.

La reiteración posmoderna en la angustia del hombre alienado (enajenado), deshumanizado, sin brújula ni viento, oculta otro punto. Un sector de la sociedad estuvo durante un tiempo inmune a esa situación que desde el principio de la modernidad agobia a la gran mayoría de la población. Desde cuando la maquinización convirtió al trabajador en una pieza más del proceso productivo, quienes cayeron en sus garras han padecido esos y muchos otros dolores. Lo que ocurre ahora es que le tocó el turno "al médico, al jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al hombre de ciencia". Que hasta ahora les toque su parte de pócima no quiere decir que el problema no existía de antes. Lo que sí sucede es que éste y otros problemas tocan fondo.

Es obvio que quien se sienta abatido por la nostalgia y la angustia posmoderna verá con malos ojos que el énfasis educativo se ponga en restituirle a esa institución su papel como fuerza social productiva. A lo sumo aspirará a que sea escenario para sus lamentaciones, si es que, siendo consecuente a su prédica, no termina de ermitaño. Aunque aquí viene a salvarlos su total inconsecuencia.

Las concepciones posmodernas sobre el estado

?Tiene importancia aspirar a un desarrollo nacional bajo la actual situación política? Por supuesto que sí. Conviene hacer la pregunta pues la "novísima" filosofía también ha opinado sobre este punto, por boca de Francis Fukuyama prohombre de las ciencias sociales de E.U. -ex director adjunto de planificación política en el Departamento de Estado de ese país- quien recogió sus tesis básicas en el opúsculo El fin de la historia y luego en El fin de la historia y el último hombre.

En estricto sentido él no habla de posmodernidad, sino que enmarca sus disquisiciones bajo el rótulo de la poshistoria, sin que cambien los planteamientos en esencia. Una de sus preocupaciones principales es demostrar que es signo de la poshistoria la desaparición de los estados nacionales, las fronteras, la soberanía nacional, y demás fenómenos asociados. Pone como ejemplo de país poshistórico a E.U., mientras que aquellos países, partidos o personas que no acepten su tesis quedan catalogados como ?históricos?, distintivo que en su jerga tiene connotación peyorativa.

Aparece con meridiana claridad la intensión de nominar a E.U. como poshistórico, por cuanto que para ese país el peor obstáculo político y económico es la existencia de países soberanos, que así no contribuyen a su engrandecimiento. La Argentina de Menem, el Chile de Pinochet y el México de Salinas de Gortari, son ejemplos de países que aspiran a ser poshistóricos, encontrándose en la frontera, sentencia Fukuyama.

Continuando con sus axiomas de raigambre hegeliana, según el autor el paso al otro estadio suele implicar que se abjure de una de las bases de la modernidad, la democracia. Con ello la también hegeliana "sociedad civil" tendrá que esperar a que la economía marche para, ahí sí, gozar de ese "bien" :

"una dictadura modernizadora puede, en principio, ser más eficaz que una democracia para crear las condiciones sociales que permitan a la vez un crecimiento económico capitalista y, con el tiempo, el establecimiento de una democracia estable" .

Y más adelante:

"Hay considerables pruebas empíricas en el sentido de que los modernizadores autoritarios orientados hacia el mercado obtienen mejores resultados que sus homólogos democráticos", por ejemplo "la Alemania imperial, el Japón Meiji, la Rusia de Witte... el Brasil del golpe militar de 1964 y el Chile de Pinochet, y, desde luego, los Cuatro Tigres" .

En su análisis queda sobreentendido que los magnánimos países poshistóricos ayudarán a que el resto arribe pronto a ese estado de gracia, aunque éstos no comprendan la misión del hermano mayor y respondan con avinagradas y avejentadas proclamas de soberanía. Fukuyama elude analizar que durante este siglo asistimos al proceso contrario, profundización de la brecha que separa a unos de otros. La economía política llamó a este fenómeno división internacional del trabajo y las medidas neoliberales son la receta impuesta a los países latinoamericanos en beneficio de los "poshistóricos".

En el supuesto de que esa ayuda internacional fuese verdadera y de que por encima del desarrollo de las naciones primara el de las potencias (para mejor ayudarnos), no tendría significado invertir recursos en ciencia y tecnología. El gobierno Gaviria hizo suyo este planteamiento y lo convirtió en uno de los ejes del Plan de Apertura Educativa. Baste con recordar aquella opinión del ex ministro Hommes sobre lo barato que resulta importar científicos.

Pero la situación está lejos de ser esa. La confrontación entre países ricos y pobres y la existente entre las mismas potencias, es el mejor ejemplo contra las tesis del profesor que venimos comentando.

De ahí esfuerzos como el reseñado sobre los estándares curriculares de la NAS en los cuales se plantea además la necesidad de impulsar una ciencia de masas: "el mensaje sobreentendido en los estándares es que el conocimiento que una vez fue propiedad de pocos, es ahora una necesidad básica para ser un ciudadano en funciones" .

Podría argumentarse que ese llamado es aislado. Pero no. Se repite en la Unión Europea donde también se propugna su establecimiento. Leamos lo que plantea el comisionado en investigación para la Unión Europea:

"El reporte afirma que es ?fundamentalmente importante? para los europeos profundizar su cultura científica y que ese crecimiento ha de ser ?tanto en el conocimiento científico como en una positiva, irreverente actitud ante la ciencia y la tecnología? (...) se insiste en que el esfuerzo para crear una cultura científica no es solamente para crear un público que acepte las innovaciones científicas, sino que debe dársele además el conocimiento para cuestionar y discutir los avances, por ejemplo en la biotecnología" .

Insistimos en la pregunta: ?En qué queda esta urgente necesidad si nuestros posmoderno la pasan inmersos en la nostalgia posmoderna, en la desesperanza, en el romanticismo filosófico y en la creencia de que buena parte del mundo entró a una etapa de fraternidad para ayudar a sus congéneres del mundo atrasado?

Conclusión

La anticientífica y vetusta filosofía posmoderna y su expresión en la teoría del estado, la "poshistoria", constituye la conciencia, el soporte ideológico del neoliberalismo. Su argumentación va dirigida a negar el papel de la verdad en el proceso investigativo, a sembrar la apatía entre la intelectualidad, a soslayar la importancia del desarrollo de las naciones y, en fin, a mantener al país en un estado de atraso que facilite la explotación por parte de los países desarrollados.

Conviene adelantar una amplia empresa de elucidación de esa corriente ideológica, que tiene por fin último coadyuvar en la marcha de lo modelo neoliberal.

Bogotá, marzo de 1997.

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